RESTÁBAL. LONJA DEL PESCADO
Hoy, volviendo a la
niñez, con los recuerdos algo difuminados, éstos devuelven a mi memoria esos
días en que la lonja era un puro bullicio cuando por las mañanas se vendía el
pescado. El edificio fue construido sobre los años 30 del s. XX (información
que no he podido contrastar) y se encuentra en el Barrio Bajo del pueblo, en la Calle Real.
Por fortuna, el edificio se mantiene en pie y hace unos años fue restaurado
dejando a la vista los vestigios de la antigua Fuente del Camino Real, hoy
desaparecida. La Lonja es un pequeño espacio cuadrado, con arcos en tres de sus
fachadas, de los cuales dos de ellos son puertas de entrada al interior. La
decoración exterior está realizada con cerámica nazarí. La cuarta fachada no existe, porque la lonja está
adosada a un gran muro que se piensa puede ser una torre de alquería, construida
durante la ocupación musulmana y con función defensiva. (Se podría interpretar como una
torre de alquería andalusí, posiblemente nazarí, época en la que parece que el
pueblo de Restábal recibió una atención especial en cuanto a su defensa)
Nocturna. Antigua lonja
La
fuente estaba ubicada en el mismo emplazamiento que hoy se encuentra la Lonja
del pescado. Fue construida en el siglo XVIII, una época en que las familias
adineradas y nobles de Granada se instalaron en este entorno. Construyeron
casas imponentes con escudos nobiliarios que nos han dejado como legado. Gracias
a su restauración, aparecieron las huellas de los símbolos que
decoraron la fuente, vestigios que hoy podemos apreciar en el interior de la Lonja.
La fuente tomó el nombre del antiguo Camino Real, por encontrarse en las inmediaciones de este. Entraba a Restábal bordeando
el río de Las Albuñuelas, y pocos metros antes de confluir este con el río
Dúrcal, el camino se desviaba hacia el pueblo pasando bajo el puente que lleva
la carretera hacia Talará (GR 3204), subía la “cuesta del río”, nombre popular
que siempre se ha utilizado para llamar a este tramo de la calle Real, y
atravesaba el pueblo por la calle mencionada dando continuidad al Camino la
calle Ermita.
Esquema que marca los
adornos que fueron descubiertos durante la restauración
La pared frontal
sobre la que se construyó la fuente se realizó con sillares de piedra arenisca,
un tipo de piedra labrada en varias de sus caras que se utiliza en la
construcción. A derecha e izquierda de la lonja, hay dos volutas esculpidas en los sillares.
Detalle de la voluta en el lado izquierdo de la lonja,
según miramos
En el interior, en la
parte frontal, hay tres agujeros que serían los caños por donde salía
el agua de la fuente. Las piedras por donde emanaba el agua son más grandes que
las demás y llevan un borde redondo en la parte superior. Debieron estar adornadas
con tres siluetas: la central se asemeja a un personaje, tal vez ilustre, tal
vez en homenaje a la persona que la mandó construir y las otras dos, pudieron
ser mascarones por lo que se puede apreciar en el lado izquierdo según miramos.
Agua que ya no brota
En la parte superior quedan
los restos de un escudo real muy desgastado.
Escudo Real
Por desgracia la
información es muy escasa, lo que dificulta la búsqueda de datos relacionados
con las construcciones de la antigua fuente y la actual Lonja.
La calle Iglesia a
través de los arcos de la Lonja del pescado
Para terminar esta
breve entrada cito una leyenda que transcurrió en la Lonja del Pescado, una
historia de amor con un final trágico:
Miguel era uno de los pescaderos que hacía el camino de
Motril a Granada cargado de mercancía y solía parar en el pueblo de Restábal
para vender pescado. Miguel era un buen mozo, de cuerpo fuerte y mente clara,
que con su verborrea de vendedor ambulante tenía encandilada a más de una moza del
lugar. Un día, cuando se encontraba vendiendo en la Lonja, apareció una
preciosa muchacha de ojos azules, piel clara y pelo rubio como el trigo de los
llanos del Temple. Era la primera vez que la veía por el mercado y recibió un
flechazo de Cupido en pleno corazón. La joven asistía acompañada de una ama que
la vigilaba muy de cerca y controlaba todo lo que pasaba a su alrededor. Tras
comprar unas deliciosas quisquillas de Motril, dos pulpos y una buena brótola, el
ama se acercó a pagar su mercancía a Miguel y este, sin quitar ojo a la
muchacha, preguntó por el nombre de la chica:
–No es cuestión que te importe,
pescadero... tú a lo tuyo. ¡Y deja de mirar de esa manera que es mucho hueso
para tan poco perro!
–Solo preguntaba por el nombre de
la bella dama... No es para ponerse así, pero si para probar el hueso hay que
morder a la rata, pues se muerde.
La chica no pudo reprimir una sonora
carcajada y el ama la miró reprobando su actitud. Tras hacer un mohín con la
boca, la mujer le contestó a Miguel:
– ¡Ten cuidado donde pones tus ojos
y lo que escupe tu boca... puede que te atragantes con las palabras!
Dicho esto cogió a la chica de la
mano y dando media vuelta subió por la calle como alma que lleva el diablo,
pero la muchacha, antes de partir, le guiñó un ojo a Miguel. Instantes después,
Encarna, otra de las clientas de Miguel, a la que apodaban ‘La Lechuza’, por
estar siempre mirando con sus ojos saltones la vida y milagros de los vecinos
de la villa, le informó de quien era aquella joven.
–Es la benjamina de uno de los poderosos
señores de la villa, de esos con blasones en la puerta, y dicen las malas
lenguas que es muy influyente en la capital y que tiene muy mal genio.
Miguel se quedó pensativo, pero al
pronto volvió a preguntar por el nombre de la muchacha.
–Se llama Rocío y está aquí por una
rara enfermedad que padece. Los médicos le han recomendado a su padre estos
aires, que le hacen bien para su salud.
Miguel sonrió y tras finalizar la
venta de pescado se dirigió a casa de Rocío, donde ‘La Lechuza’ le había
indicado, topándose con un precioso jardín colgado de una parata de tierra
mirando al Valle. Ni corto ni perezoso se subió por el muro de piedra hasta la
parte superior de la parcela, viendo como Rocío se encontraba sentada en un
banco con un libro en sus manos, que cerró cuando vio a Miguel. Él la observó
desde el filo del muro y los dos se quedaron mirándose unos instantes, hasta
que ella se acercó y le dijo:
–Mucho
te estás arriesgando viniendo aquí. Si mi padre te descubre, te mata.
–Estoy
muerto si tú no me amas.
Rocío
se acercó y le contestó:
–Desde
que te vi en la Lonja, algo en mi pecho está hirviendo y creo que es por ti.
–Pues
mi corazón, señora, salta de amor cada vez que esos ojos azules me miran.
Desde
aquel momento, los do jóvenes aprovechaban todo el tiempo posible para
declarase su amor y el lugar elegido para hacerlo era un milenario algarrobo
situado en el Camino Real, a la salida hacia Motril, que con sus ramas y tronco
retorcido en mil brazos era perfecto como escondite, convirtiéndose aquel
imponente árbol en mudo testigo de sus promesas. Así pasaron los días del estío
hasta que un día el ama intuyó que algo pasaba con Rocío y la siguió sigilosamente
hasta el algarrobo. Y viendo que el encuentro de la muchacha con el pescadero
podía hacer peligrar su trabajo y algo más en la casa del noble, decidió
sincerarse con el mayordomo, que le recomendó transmitir un mensaje claro y
efectivo al pescadero. La trampa se preparó en el mismo lugar de sus encuentros
y allí, entre las ramas, se escondió el capataz para darle un escarmiento al
muchacho, pero la cosa se le fue de las manos y el muchacho derramó su sangre y
su alma en aquel lugar. Cuando la noticia llego a Rocío su corazón se partió en
mil pedazos, agravándose muy seriamente su enfermedad. Y en una tarde de
septiembre, cuando el sol se estaba poniendo por los montes de Nigüelas, una
sombra tapó su lectura en el jardín de la casa solariega. Ella, confundida, se
levantó para ver quién era y una amplia sonrisa apareció en su rostro, soltando
una palabra que se llevó el viento:
–Tú...
Poco
después, la vieja ama, al no ver a la muchacha en el jardín, se imaginó que
estaba de nuevo, como tantas otras veces, junto al algarrobo milenario llorando
su amargura y fue a buscarla allí acompañada por el capataz. A la mañana
siguiente encontraron al ama y al capataz ahorcados junto al algarrobo. Una
raíz gruesa les rodeaba a ambos el cuello. Muchos dijeron que fue el padre de
la chica, otros que fueron bandoleros para robarles, pero lo cierto es que
Rocío nunca apareció y que desde entonces, al atardecer, algunos labradores han
oído risas y susurros de amor junto al milenario árbol.
De José Manuel Fernández. LEYENDAS
DE NUESTROS PUEBLOS. IDEAL. Viernes 24.05.13
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