CALLE DE LA CRUZ VIEJA
Hay calles de las que se puede decir que el paso del tiempo apenas
ha alterado su aspecto original y la calle Cruz Vieja, en Ávila, es una de ellas. Su nombre hace
referencia a una cruz de madera que cuelga en uno de los muros de la catedral,
para ser más
concretos, en el muro de la capilla de Nuestra Señora de la Piedad. El adjetivo “vieja”
es bastante más
reciente que la calle, pues le fue añadido en 1889 para distinguirla de otra
que lleva el nombre de calle La Cruz, en el barrio de San Nicolás, también en Ávila.
La calle comunica la Plaza de la Catedral con la Plaza de Adolfo Suarez y en su corto recorrido, de unos tres minutos, el bullicio de las plazas se queda en ellas, y el silencio reina en su transcurrir.

Pero también se la conoce como calle «de la
Vida y de la Muerte». A menudo ocurre que los hechos acaecidos en determinado
lugar, sus habitantes, terminan por darle un segundo nombre. Si esta calle es
tan antigua como los muros que la enmarcan es lógico pensar que guardará
historias diferentes. Buscando, me encontré con una leyenda que cuenta una
historia de amor, celos y que terminó en duelo. Si la cruz da el nombre oficial
a la calle, en la crestería de la capilla de la Piedad, están tallados en
piedra dos medallones que hacen referencia al segundo nombre. Estos son: una
joven dama y una calavera con una figura femenina atrapada en su esqueleto.

La leyenda dice que en 1520 hubo un pintor, de nombre Cristóbal Álvarez, al que se le encargó restaurar el retrato de Beatriz Dávila y que terminó enamorándose de ella. Beatriz pertenecía a la nobleza de Ávila y Cristóbal acudía cada día al Palacio de los Dávila, donde vivía la joven, a realizar su trabajo de restauración. Pero el pintor no era el único que andaba enamorado de la joven dama, había otro noble caballero que pertenecía a la familia de los Águila, que también la rondaba. Este último descubrió que el pintor estaba enamorado y decidió enfrentarse a él en un duelo, acontecimiento que ocurrió en la calle Cruz Vieja y donde el caballero perdió la vida.Tras el suceso, Cristóbal se vio obligado a huir y llegó hasta Flandes, y por cosas del destino, allí se encontró con el prometido oficial de Beatriz, Francisco de Valderrábanos. Por segunda vez se tuvo que batir en duelo con la suerte de que Francisco decidió perdonarle la vida.

Al volver a Ávila no se
sintió correspondido por Beatriz y ante tanta desolación, el artista ingresó en
el monasterio de San Francisco. Por entonces, un escultor*(1) amigo suyo, que trabaja
en la crestería de la capilla de la Piedad de la catedral le pidió que esculpiera
los dos medallones en su trabajo para dejar constancia de los hechos.

*(1) El nombre del escultor
al que se refiere la leyenda pudo ser Vasco de la Zarza que estuvo trabajando
en la catedral en la primera mitad del siglo XVI.

Comentarios
Publicar un comentario